Por Claudy Morales – periodista e influencer
En Houston, los food trucks ya no son esa rareza que uno encontraba de vez en cuando. Hoy son parte del paisaje de la ciudad, con luces encendidas, aromas que se mezclan en el aire y filas de gente esperando su turno. Lo que comenzó como una opción rápida ahora es un movimiento que crece con fuerza, respaldado por todo un equipo detrás: desde empresas que construyen y remodelan estos camiones hasta familias que ponen en marcha su primer sueño sobre ruedas.
Porque sí, detrás de cada food truck hay mucho más que comida. Está el soldador que adapta la carrocería, el electricista que se asegura de que todo funcione bien y hasta el diseñador que convierte un vehículo viejo en una cocina moderna lista para atender. Es un mundo completo donde la creatividad se junta con el esfuerzo, y donde cada detalle cuenta para que el cliente viva la experiencia.
Los números lo confirman. En Estados Unidos ya hay más de 35,500 food trucks, y Texas ocupa el segundo lugar con 549 unidades activas, solo detrás de California. El mercado de los food trucks movió alrededor de 1.8 mil millones de dólares en 2024, según el Food Truck Market Report 2024 publicado por Straits Research. Y aunque las cifras son impresionantes, quienes visitamos estos camiones sabemos que el verdadero valor está en lo que generan: comunidad, encuentro y sabor.
Y es que los food trucks son un puente directo con Latinoamérica. En nuestros países, la comida en la calle siempre ha sido parte de la vida diaria. El taco que se disfruta en la esquina, la pupusa recién salida del comal, la arepa calientica servida en segundos… Esa costumbre se revive en Houston con un aire distinto: aquí las familias se reúnen alrededor de un camión, los niños corren, la música suena de fondo y el olor de la comida nos devuelve, por un momento, a nuestras raíces.
Para muchos inmigrantes, este es el primer paso para emprender. Un food truck es más alcanzable que abrir un restaurante tradicional, pero igual de desafiante. Y lo que comienza como un camión estacionado en un lote, muchas veces termina siendo el inicio de algo más grande: un local con nombre propio, clientes fieles y una historia de esfuerzo detrás. Houston tiene varios ejemplos de negocios consolidados que nacieron de esta manera, con una ventanita abierta y mucha fe en lo que se cocina.
Al final, los food trucks no solo llenan el estómago, sino también llenan de vida la ciudad. Generan empleos, apoyan a la economía local y, sobre todo, crean espacios donde la gente se encuentra y se reconoce en sus diferencias. Cada vez que un camión prende sus luces, Houston se enciende con él.
Porque sí, este boom no se mide únicamente en millones de dólares ni en estadísticas. Se mide en la forma en que nos acerca a casa, en cómo nos une como comunidad y en cómo, plato tras plato, seguimos contagiando amor por Houston.