La determinación del expresidente Pedro Castillo de intentar disolver el Congreso y ser destituido es un reflejo de la polarización política y social que vive este país andino de poco más de 33 millones de habitantes.
Otro fiel reflejo de la situación es que en los últimos seis años Perú ha tenido igual número de presidentes, de los cuales sólo dos han sido electos en procesos democráticos (Pedro Pablo Kuczynski y Pedro Castillo) mientras que los otros cuatro han sido por sucesión constitucional (Martín Vizcarra, Manuel Merino, Francisco Sagasti y Dina Boluarte, primera mujer en el cargo).
Castillo duró un año y medio en el poder, y estaba a punto de enfrentar su tercer juicio al ser acusado de “incapacidad moral”, término acuñado en el siglo XIX para casos de locura, pero que recientemente se aborda para casos de corrupción.
Pedro Castillo es un profesor rural que llegó a la política al ser sindicalista y uno de los líderes de la huelga magisterial de 2017, cobró relevancia en el país con poco más del 25 por ciento de población indígena.
Es indudable la terrible desigualdad social que vive el Perú con una población con 82.4% habitando en las zonas urbanas y 17.6% en las zonas rurales.
Castillo, con carisma frente a las masas, fue escalando posiciones y en 2021 fue designado candidato presidencial al frente del partido Perú Libre consiguiendo ganar la primera vuelta con el 19.09% de los votos, mientras que Keiko Fujimori (hija del expresidente Alberto Fujimori) obtuvo un segundo lugar con 13.36% de los sufragios los enfrentaría en una segunda vuelta electoral donde Castillo logró el 50.12% y Fujimori 49.87%, siendo una de las elecciones más cerradas, ganando la propuesta de izquierda por un pequeño margen contra la derecha.
Sin embargo, el Congreso quedó distribuido entre diversas fuerzas políticas, de los 130 escaños en primer lugar Perú Libre quedó con 37, Fuerza Popular con 24 y el resto para representantes de otras 8 fuerzas políticas.
Finalmente, durante el año y medio de gobierno Castillo se alejó de su partido y se proclamó independiente, ante el asedio de los congresistas que le cuestionan su forma de gobernar.
Las crisis fueron escalando hasta renovar completamente a su gabinete y finalmente, como personaje de una novela de García Márquez, en su liderazgo Castillo se fue quedando solo.
Su futuro estaba echado, el pasado 07 de diciembre se votaría su cese por “incapacidad moral”, en el tercer intento del Congreso, situación que consideró Castillo como un “golpe de Estado”, ya que uno de los poderes atentaba contra otro, por lo que determinó adelantarse y decretar la disolución del Congreso, hecho que no se pudo concretar al no tener la fuerza para cumplir dicho decreto, lo que permitió que el Congreso sesionara y determinara destituirlo, pero además se determinó su arresto por incitar a la rebelión.
Ese mismo día, Dina Boluarte fue ungida como presidenta al fungir como vicepresidenta, y así iniciaron una serie de protestas multitudinarias escalando el conflicto social.