Nací en la tranquila ciudad de Boo-Yeo, República de Corea, una tierra de serenidad. Estudiando para ser educadora, descubrí los principios de Montessori y la profunda alegría de alimentar las mentes jóvenes. Encontré consuelo ayudando a los demás, dirigiendo servicios religiosos y difundiendo el mensaje del amor de Dios. Mi fe se convirtió en la piedra angular de mi camino, guiándome en los momentos de incertidumbre e iluminando el camino a seguir.
Pero la vida dio un giro inesperado cuando conocí a mi (ahora) exmarido y me embarqué en la travesía del matrimonio. Fue un camino lleno de obstáculos, de los cuales el más importante fue trasladarme a Estados Unidos.
Aterrizamos en Souderton, Pensilvania, con nuestras dos hijas pequeñas en 1995. Soundertown era un lugar acogedor, con vecinos amables. Sin embargo, había barreras lingüísticas, dificultades económicas y la lucha por conseguir la autorización legal de inmigrante permanente. Trabajando en una tintorería, conocí a uno de mis primeros ángeles en Estados Unidos, un amigo que me enseñó a negociar mi sueldo para poder ganar lo suficiente para mantener a mi familia.
Desde el sureste de Pensilvania, conducíamos una hora en cada sentido para reconfortarnos con los sabores familiares del barrio coreano más cercano. Al cabo de un año nos mudamos a Atlanta, donde había más gente que hablaba coreano y tiendas que vendían ingredientes para nuestras comidas tradicionales. Necesitábamos algunas cosas que nos resultaran familiares, ya que gran parte de nuestro camino era desconocido y nuevo.
En 2005 llegamos a Houston y no hemos mirado atrás. Houston es nuestro hogar.
En el fondo de mi mente, durante los casi treinta años que he vivido en Estados Unidos, quería hacerme ciudadana estadounidense. No obstante, no tenía la confianza de poder hacerlo. Aunque mi hermana y mi hija se hicieron ciudadanas, me preocupaba llenar el formulario de solicitud y pasar el examen de ciudadanía, con mi inglés de principiante. La tasa de solicitud (725 dólares en esa época) era otro motivo de preocupación. Cada vez que empezaba a ahorrar dinero para pagarla, surgía otra necesidad. Un medicamento. Un recibo de la luz. Una matrícula. Siempre había que pagar algo más.
El otoño pasado, me enteré de que organizaciones locales como Woori Juntos crearon una asociación para ayudar a personas como yo a alcanzar nuestro sueño de ciudadanía. Se llama Naturalize Now, Houston! y tienen abogados y organizaciones que nos ayudan a llenar la solicitud, gratis. Ofrecen clases de inglés y educación cívica para prepararnos para el examen de ciudadanía. Incluso hay ayuda financiera para pagar la tasa de solicitud.
Estados Unidos me ha dado tanto. Me encanta el aire limpio y el amplio paisaje. Estoy agradecida por el acceso a la asistencia médica y por poder cuidar de mi familia trabajando duro. Quería hacerme ciudadana estadounidense para aliviar el dolor de ser inmigrante y disfrutar de los derechos que conlleva ser ciudadano estadounidense.
En octubre, envié por correo mi solicitud de naturalización al gobierno de Estados Unidos y, sólo unos meses después, ¡por fin conseguí mi sueño de ciudadanía! Me preocupaba que este día nunca fuera posible. Pero recibir ayuda de una organización de confianza como Woori Juntos me dio el valor para dar este paso. El 6 de marzo de 2024, el día en que me convertí en ciudadana estadounidense, marcó un nuevo comienzo para mí en un lugar al que he llamado hogar durante treinta años.
Quiero que otros como yo alcancen este sueño. ¡Ahora sí que es el momento de naturalizarse, Houston! Y esta iniciativa tiene toda la ayuda que necesitas.
Biografía:
El relato de la vida de Becky Insook Kim es un testamento de resistencia y fe inquebrantable, moldeado por las diversas experiencias que han definido su camino. Su historia le habla a muchos inmigrantes, cada uno de los cuales se enfrenta a sus propios retos y éxitos. El objetivo de Becky es inspirar a otros a conseguir la ciudadanía, permitiéndoles alzar su voz y obtener la seguridad que merecen